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Entrada: Jornadas Programación, Planificación y Evaluación 2024

Los días 12, 13 de diciembre, las trabajadoras y algunas socias de La Kalle nos embarcamos en el viaje de la programación, planificación y evaluación, espacio donde evaluamos el año.Para ello, nos fuimos a nuestro pueblito, Burgohondo.

Durante estos días convivimos todas juntas y pudimos disfrutar del campo, pero también aprendimos, como en la formación de «Prevención del acoso laboral» a través del debate colectivo. Además, estuvimos trabajando profundamente las ideas rectoras de la entidad. A continuación, os dejaremos un cuento que resume los conceptos e ideas trabajadas.

«Había una vez un barrio lleno de vida y desafíos, un lugar donde las historias de jóvenes enfrentaban el peso de las dificultades, pero también brillaban con esperanza. En ese barrio estaba La Kalle, una entidad que no solo era un espacio físico, sino un hogar de sueños compartidos y una escuela de lucha por la justicia.

La Kalle entendía que su misión empezaba escuchando a quienes más lo necesitaban. (IR1) Los jóvenes del barrio, aquellos que cargaban con dificultades sociales, eran el corazón de su acción. Pero no bastaba con estar presentes; había que conocer su realidad, partir de ella, y responder no solo a sus necesidades, sino también a sus aspiraciones. Porque esos sueños, grandes o pequeños, eran la brújula.

No era suficiente con darles herramientas; había que hacerlos protagonistas. (IR2) Se les invitaba a participar, a implicarse, a organizar y decidir. Cada actividad, cada proyecto, era una oportunidad para que construyeran su propio camino, para que sintieran que podían cambiar su historia.

Así, muchos comenzaron a quedarse más allá de lo esperado. (IR3) Se creó algo mágico: un sentimiento de pertenencia. No se trataba solo de pasar por La Kalle, sino de dejar una parte de sí mismos en ella y llevarse algo que los acompañara siempre.

Todo esto solo era posible porque La Kalle creía profundamente en el trabajo en equipo. (IR4) Educadores y jóvenes aprendían juntos, compartían conocimientos y experiencias. Aquí no había jerarquías rígidas: todas las personas tenían algo valioso que aportar. Juntas, tejían un aprendizaje colectivo que era más fuerte porque se construía desde la diversidad.

La Kalle era también una escuela de democracia. (IR5) Un lugar donde se practicaba la igualdad, se cuestionaban las imposiciones y se cultivaban los valores de una ciudadanía activa. Pero esto no era un fin en sí mismo: cada acción formaba parte de un proceso más grande. (IR6) No se trataba de intervenciones puntuales ni de asistencialismo, sino de acompañar a los jóvenes en un desarrollo integral, paso a paso, respetando sus tiempos y trayectorias.

En cada actividad se educaba en la responsabilidad individual y colectiva. (IR7) Aquí se aprendía a soñar, pero también a trabajar para hacer esos sueños realidad, con autonomía, autoorganización y autogestión. (IR8) Porque confiar en ellos y ellas significaba darles las herramientas para ser arquitectos de sus propias vidas.

El feminismo era una estrella que guiaba cada paso. (IR9) En La Kalle, se desafiaba el patriarcado, se abrían espacios seguros para las mujeres jóvenes y se educaba en la igualdad. Al mismo tiempo, se aprendía a mirar el mundo con otros ojos, a actuar de forma ecológica y sostenible, (IR10) y a analizar críticamente una cultura que nos empuja al derroche. (IR11)

La convivencia y la diversidad cultural se abrazaban como una riqueza, no como una barrera. (IR12) La educación integral atendía no solo a lo formativo y laboral, sino también a la salud, las relaciones, el ocio y la sexualidad. (IR13) Se entendía que las personas no son fragmentos, sino un todo.

Por cada paso que se daba, se reflexionaba colectivamente. (IR14) Este aprendizaje alimentaba nuevas ideas, nuevas formas de transformar el mundo, empezando por desvelar las raíces de la exclusión y la vulnerabilidad. (IR15)

Pero La Kalle era, sobre todo, del barrio. (IR16) Aprendía de su entorno, se implicaba en él y trabajaba para transformarlo. Aunque sus raíces estaban en Vallecas, sus ramas llegaban lejos. (IR17) Los valores de La Kalle trascienden fronteras, porque los desafíos de justicia y solidaridad no tienen límites.

En este camino, no se avanzaba sola. (IR18) La Kalle se coordinaba con otras entidades, aprendía de sus experiencias y, juntas, creaban un frente común. Desde aquí se denunciaba un sistema que concentraba poder y riqueza de forma injusta, (IR20) imaginando alternativas viables y solidarias.

Al final, La Kalle era, y siempre será, un espacio de aprendizaje y lucha. (IR19) Un lugar donde los jóvenes del barrio pueden encontrar un futuro, pero también donde construyen un presente mejor para todas y todos.

Y ahora, os toca a vosotras y vosotros. Este año, abrazad una idea rectora. Cread algo con amor, desde el cariño y la responsabilidad. Hagamos que cada paso deje huella. Porque, al fin y al cabo, La Kalle somos todas.

Tenéis un año. Un año para que esa idea rectora sea más que un propósito: sea una realidad que deje huella. Para que cuidéis esa acción como se cuida algo preciado. Para que, al final del camino, podamos mirar atrás y decir: «Esto lo hicimos juntas. Esto importa.»

Cuidémonos, cuidemos nuestras ideas, cuidemos este espacio que es de todas. La fuerza de nuestra asociación está en las manos, las voces y los corazones que ponemos en ella.»

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